miércoles, 29 de enero de 2014

El lunfardo: esa forma tan mala que tenemos de hablar.

Soy de Argentina. Bueno, eso no sé a quién le importa, el tema es que acá hablamos todo bastante mezclado con otros idiomas y dialectos (de Italia, de España, guaraní, portugués, inglés, etc, etc, etc.) ¿Por qué? Porque somos locos. Eso y porque vinieron muchos inmigrantes de todas partes a finales del siglo XIX y principios del XX, entonces, imagínense lo que sería la calle, una calesita de idiomas. El resultado fue el lunfardo, especie de dialecto o argot que se habla en Buenos Aires, Gran Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires y todos los aires que quieran. Y en el resto del país también.
El lunfardo justo surgió con el auge del tango, por lo tanto es ”un idioma tanguero” quienes lo son lo siguen hablando y quienes no lo son, lo hablan sin darse cuenta de lo que es. Se caracteriza por dar vuelta las palabras (Café: feca. Calle: lleca, en palabras de dos sílabas, o cambiar el orden si son de tres, pasando la última sílaba a ser la primera, la primera la segunda y la segunda la última. Lío, ¿no? Ejemplo: Corpiño vendría a ser ñocorpi. Trabajo sería jotraba.) Otras palabras son totalmente distintas (sombrero: funyi. Bulín: habitación pequeña, casi siempre de pensión.) En palabras adaptadas está, por ejemplo, laburo, que viene de laboro (trabajo, en italiano).

Aquí un pequeño mini diccionario:

Abotonarse: casarse. Botón también es policía, o la persona que “te buchonea” (delator).
Abriles: sinónimo de años “Tenías quince abriles”.
Amasijar: matar.
Atorrante: vago, perezoso, vividor.
¡Araca!: ¡Cuidado!
Ave negra: abogado.
Bacán: algo lujoso, también puede ser una persona. “Te vi pasar, bacana.” O “Tenés un auto bien bacán”.
Berretín: ilusión. Aplicable a algún enamorado. Enamorarse es  metejón “tengo un metejón/estoy metejoneado con vos”.
Batidor: también delator.
Bondi: colectivo, autobús.
Bagayo. mujer fea.
Curda: borrachera.
Cana: policía. “Estoy en cana”.
Catrera: cama. Lo que me cantaba mi madre, “Lavantate e’ la catrera que te voy a quemar el colchón”
Chorro: ladrón.
Dar dique: ostentar.
Estrilar: rabiar. “Está que estrila”
Engrupir: engañar. “Me engrupiste con que eras bacana”.
Embole: aburrimiento.
Funyi: sombrero.
Fueye (de fuelle): bandoneón.
Fifar: prolegómenos de tener sexo.
Fifí: que se las da de fino y rico.
Farra: fiesta.
Fiaca: vagancia, pereza.
Gavión: galán o tipo poco recomendable para una mujer.
Junar: mirar, vigilar.
Lengue: pañuelo.
Manguear: pedir dinero.
Morfar: comer
Marroco: pan
Mina: Mujer
Minga: ¡ésta te voy a dar plata!
Ñoqui: puñetazo. También es el que cobra sin trabajar (se aplica a políticos)
Rantifusa: vil
Tarro: zapatos
Vento: dinero.


Como ven, es todo un lío, pero así se habla, y la verdad es que es pintoresco y pegadizo, quien haya pasado años fuera del país, puede seguir hablando así porque "no se va" con el tiempo. Claro que hay muchísimos términos de lo más variados, hay temas musicales y poesías completamente escritas en este "idoma".



Fue prohibido su uso durante el golpe de Estado1943, aunque así le sacaban la esencia al tango, Por suerte, esa disposición quedó pronto en el olvido.

Pronto escribiré más sobre el tango, ya que me apasiona. Les dejo un tema que ilustra bien lo que es el lunfardo (además es didáctico jeje).
Para los que tienen Kindle, acá tienen para descargarse “grattarola” un diccionario de lunfa


Y ustedes, ¿tienen su propia forma de hablar, con términos que sólo ustedes entienden? ¡Cuenten!

El precio del poder (Michael Palmer)

Hace poco encontré el primer libro “serio” que me regaló mi padre, cuando apenas contaba yo los nueve años. El libro era una de esas tantas promociones de Reader’s Digest, y mi padre, ante mi carita de “comprame” lo compró, sin saber muy bien de qué se trataba. Yo tampoco lo sabía, pero el hecho de tener un libro de adulto entre mis manos me entusiasmaba.
El libro tenía cuatro novelas cortas y un olorcito rico. A tres de ellas las leí, a otra es el día de hoy que no, porque me sigue aburriendo.
La única más o menos acorde a mi edad era una sobre un perrito de la Antártida, pero claro, yo no iba a leer eso. La leí cuando ya era mayor.
La primera que me gustó fue una llamada “El Carrusel” llena de intrigas familiares, pero por esa edad no la leí completa. La que empecé a leer sin ningún salto fue otra, “El precio del poder”.



 Llena de suspenso médico, podría decir. Ya que transcurre en el hospital de un pueblito norteamericano dominado por una gran fábrica en la que trabajan todos. Una médica ve casos extraños que surgen de pronto, investiga, se enamora de quien no debe, sigue investigando…y ya verán ustedes lo que descubre.
Es fácil de leer pero no por eso súper atrapante.
Les dejo el link para que lo descarguen en epub o mobi (de paso miren esta página, tiene centenares de libros)


http://papyrefb2.net/frames/index.php

sábado, 25 de enero de 2014

Cuando se ama a otra flor.


La escuela y la vida eran muy aburridas para Gina pero las exigencias de las monjas y las tonterías de sus compañeras lo eran aún más. ¿A quién le importaba a cuántos centímetros sobre la rodilla debía ir la falda? ¿A quién le importaba el principio de Arquímedes o el análisis sintáctico? ¿O las letanías y oraciones en latín de la misa obligada del viernes? Pese a que nada de esto le interesaba, Gina estudiaba y estudiaba, su meta eran las mejores calificaciones.
Pero en los primeros días de noviembre comenzó a notar algo raro: cuando llegaba a esas ansiadas mejores calificaciones, se sentía vacía. Ni un solo conocimiento le quedaba en la cabeza, tenía horas perdidas en estudiar algo para que luego pintaran un “10” con rojo en alguna hoja de examen que quedaba olvidada. Su vida estaba dedicada a eso, a un número del que nadie se acordaba.
No tenía amigas en el colegio, sus compañeras sólo hablaban de muchachos y a ella, los muchachos la aburrían.  Un fiel ejemplo era su hermano y su amigotes, sucios, holgazanes, hablando de fútbol, coches y mujeres fáciles. ¿Eso les gustaba a sus compañeras? ¿Un sudado borracho y maleducado con las mujeres? No entendía. Prefería escribir y leer sobre botánica, la materia que la apasionaba. Las plantas y las flores eran su único amor.
Hasta que la profesora enfermó y luego de dos semanas de intensa búsqueda, las monjas encontraron una suplente, la señorita Smith. Cuando Gina la vio entrar al aula, supo que algo cambiaría, no sabía qué, pero lo daba por hecho. Sus compañeras, siempre ocupadas en otra cosa, seguramente no habían notado lo que ella sí.
Samantha Smith era joven, recién recibida pero con aspecto de mujer grande, con sus gruesos lentes de marco negro, su rodete que sujetaba con firmeza su cabello rubio y casi siempre vestía un abrigado traje marrón.
-Buenos días señoritas, mi nombre es Samantha Smith pero pueden, en secreto, llamarme Samantha, no me gusta el “profesora”, somos todas jóvenes.  Les impartiré la clase de botánica mientras la señora Gilmour esté enferma. Escriban la fecha, hoy es 14 de diciembre de 1956 y…
Gina ya no pudo seguir escuchando más. La voz de la profesora era dulce pero firme y sus gestos al hablar eran armoniosos. Sabía mucho, por vez primera tenía delante a una profesora que no dudaba sobre lo que hablaba.
Las clases continuaron, salvo en el receso por Navidad. Cuando volvió en enero al colegio, ya tenía descuidadas al resto de sus asignaturas: su día comenzaba y terminaba con botánica, a veces sacaba libros de la biblioteca y los leía bajo las mantas de la cama, alumbrándose con una linterna, cuidándose de que las monjas no la vieran.
No entendía porqué se sentía tan atraída por esa materia, sería porque admiraba a la señorita Smith y a sus conocimientos tan nuevos para ella.
Comenzó a enojarse con sus compañeras que no prestaban atención o molestaban en la clase de botánica, sus notas en las asignaturas restantes bajaron, y descubrió que su próxima y más importante meta era llegar a la universidad y estudiar botánica, ser como la profesora Smith.
Un día cubierto de nieve, en el que bostezaba en la clase de matemáticas, miró por la ventana y vio salir del colegio y dirigirse a su auto a la señorita Samantha. La vio abrocharse el abrigo con rapidez, ponerse unos guantes de piel, desatar su cabello para dejarlo caer, sacudiendo la cabeza, en una lluvia de bucles color oro, brillantes y suaves. Ante esa visión, Gina comprendió todo: no amaba la botánica, amaba a esa mujer.

Lo que siguió fue un fuerte sentimiento de culpa, la certeza de que iba a pudrirse en el infierno, el rechazo a ir a misa. Temió estar poseída, pero sería inútil confesarlo el viernes santo, el cura le contaría a la superiora y la expulsarían y ¿qué diría en su casa? Lo peor era que expulsarían a Samantha, y ella no quería perjudicarla.

Después de pasar con mucho dolor ese período, se sintió rebelde: estaba contenta, estaba descubriendo el amor de una forma muy distinta al resto de las chicas, una vez más sería original comparada con su compañeras, no amaba a tipos asquerosos, amaba a una mujer perfecta, delicada y sabia.
Su vida comenzó a tener sentido, ya no se encuadraba dentro del estudio, quería terminar para poder salir de ese colegio y ser libre de ataduras, se imaginaba viviendo con Samantha, escuchando sus lecciones día y noche, leyendo libros juntas, investigando plantas en el bosque…Luego sus pensamientos se convirtieron en algo más, que hasta a ella la sorprendió, soñaba que la besaba o que sentía su piel.
-Muy bien Gina, excelente tu trabajo.
-Gracias Samantha.
-Estoy armando un grupo de estudio con diferentes alumnos de escuelas, trabajamos sobre la botánica, hacemos pequeñas investigaciones…Es más que nada para que se relacionen con otros chicos y aprendan más. ¿Te gustaría participar? Es mi primer proyecto extraescolar…
-¡Claro que sí!
-Pediré permiso para que te dejen salir por la tarde, nos reunimos dos veces por semana en el laboratorio de un amigo mío.
Su sueño de estar más cerca de ella y por más tiempo se cumplía, no podía creerlo. Durante un mes, Samantha pasaba por el colegio, a las cuatro de la tarde los días martes y jueves y llevaba a Gina en su coche. El viaje era corto, y más aún para Gina. En el trayecto hablaban poco, Samantha era algo cortante y ella, tímida. Sí le había comentado que estaba aburrida en el colegio y Samantha la apoyó, diciendo que estaba en contra de los colegios así. Era la primera vez que oía a una profesora pronunciarse contra un colegio. Eso le dio esperanzas, quizás Samantha estaba enojada con  monjas y curas por no aceptar a las personas como eran. Quizás Samantha fuera igual a ella.

El grupo se disolvió poco tiempo después, los alumnos no tenían el suficiente tiempo para asistir. Gina se tuvo que conformar con sólo verla en la escuela, y fue por apenas unas semanas más, porque la profesora titular se recuperó y volvió, y Samantha se despidió de todas para desaparecer tal como había aparecido.
Juró que el día de su cumpleaños número dieciséis iría  a su casa y le contaría todo lo que le pasaba. Ya no aguantaba mas, toda su vida estaba ahora proyectada alrededor de esa mujer, y ella debía saberlo. Le pidió a una de las monjas la dirección con la excusa de que tenía que devolverle un libro que le había prestado cuando el grupo aún se reunía. La obtuvo sin problemas y esperó.
Los días parecían hojas de un árbol, que caían lentamente. Gina se desesperaba, nunca había esperado con tantas ansias su cumpleaños. A fin el día y luego de soplar las velitas del pastel rosado que su madre le llevó a la cama y de aguantar las bromas de su hermano, puso rumbo hacia la casa de Samantha. Estaba lejos, pero caminó a pesar del frío y la nieve, para calmar sus nervios. Ya tenía pensado lo que diría y cómo lo diría, imaginaba que Samantha le diría que ya lo sabía y que la besaría y que todo sería felicidad. Juntas le harían frente al mundo y lo disfrutarían, ella ya no tenía problemas ni culpas.

Llegó a la casa y con el corazón en la boca, tocó timbre. Se abrió la puerta y, para su sorpresa, un hombre alto, apuesto, con un niñito en brazos, le sonrió.
-¿Sí? –preguntó sin borrar su sonrisa.
-Buscaba a…Samantha Smith. ¿Es de por aquí?
-De aquí,sí. ¿Eres una alumna? Mi esposa no está, pero puedes venir en una o dos horas, salió a hacer compras.
-No…no sabía que era casada.
-Ja, es que no estamos casados. Pero no se lo digas a las monjas –rió.  
Hasta ese momento, Gina nunca había sabido que el mundo podía derrumbarse en tan sólo un segundo, con unas pocas palabras. Agradeció como pudo y se alejó de allí corriendo, conteniendo las lágrimas.

La vida de Gina, otra vez, volvía a no tener sentido.









lunes, 20 de enero de 2014

Los libros prohibidos

A lo largo de la historia mundial, hubo libros prohibidos por motivos religiosos o políticos. Se calcula que son alrededor de tres mil los títulos que alguna vez fueron censurados, coartando así la libertad de expresión, pero  a la vez, haciendo que la pasión por leerlos fuera mayor. Los humanos somos así, mientras más prohibido, más atracción nos genera el hecho de conseguirlo de alguna forma, de tenerlo, de leerlo, de comentarlo entre susurros. Por eso, creo que a más de un autor le conviene que su libro sea censurado, ya que eso le dispara las ventas y le da un carácter “especial”.
Aquí un pequeño listado de los libros prohibidos alguna vez.


Las mil y una noches



Su lectura está prohibida en Egipto desde hace mucho tiempo, ya que se considera que tiene pasajes obcenos que atacan la moral y las “beunas costumbres”.

El Capital (Karl Marx)

Tengo conocimiento  que fue prohibido en Argentina, pero seguramente en muchísimas partes más, tanto por los gobiernos como por la Iglesia, por razones obvias, está claro.

El Código Da Vinci (Dan Brown)

Curiosamente, la Iglesia no lo prohibió, pero sí está censurado en países con predominancia musulmana. ¿El motivo? Ataca al catolicismo.

El Principito (Antoine de Saint-Exupéry)

Prohibido por la dictadura militar argentina de las décadas ’70-‘80, por fomentar en los niños ideales de libertad.


El Anatomista (Federico Andahazi)

El libro trata sobre un médico que descubre que las mujeres tenemos clítoris. Fue prohibido en Argentina justamente por su carácter sexual y por la mención explícita de partes del cuerpo.


Harry Potter y la piedra filosofal (J.K. Rowling)

Sí, Harry Potter está prohibido en Arabia Saudita por incitar a los niños a la brujería.



 El origen de las especies (Charles Darwin)

Vamos a decirlo, este es un clásico libro censurado. Su teoría sobre la evolución del hombre a partir de primates escandalizó a la Iglesia.



La Odisea (Homero)

Fue prohibida por el emperador romano Calígula ya que creaba sentimientos de libertad.





Justine (Marqués de Sade)

Otro clásico prohibido por el contenido sexual explícito y las formas vejatorias que describía.



Los versos satánicos (Salman Rushle)


Prohibido tanto por la Iglesia Católica como por la musulmana ya que ataca a ambas (principalmente a la musulmana con declaraciones y difamaciones contra Mahoma)


Trópico de Cáncer (Henry Miller)

Provocativo, el libro de Miller fue, como tantos otros,  presa de la censura por su contenido sexual.



Esta es una pequeña lista, faltan muchos otros, pero sabemos que la mayoría fueron censurados por dos tópicos: sexualidad y críticas a la Iglesia. Cabe destacar que quienes se encargaban de censurarlos no eran simples ignorantes (los habría, seguro) pero gran parte de ellos eran personas importantes de la cultura, como diríamos, “con mucho mundo”. ¿Por qué se llega a ser un censor? Misterio. Lo que sabemos es que, por más que nos impidan leer, siempre saldremos ganando.







viernes, 17 de enero de 2014

Un poco de música griega

¿Hace cuánto no le damos a nuestros oídos una dosis de música "extraña"? ¿Hace cuánto los tenemos acostumbrados a lo mismo de siemrpe? O peor aún, ¿hace cuánto que no les damos música? Sepan ustedes que, un par de oídos sin música, se atrofia, se queda ahí, sólo para escuchar los ruido de la calle.
De pura casualidad, escuché en un programa de radio (que también enganchaba por casualidad) una musiquta muy particular. Resultó ser música griega, de un grupo de violinistas griegos, Kronos Quartet. El tema en cuestión se llama Misirlou Twist, por lo que encontré y leí, es un tema tradicional, reversionado por este grupo. Vamos, regálenle a sus oídos un poquito de música.




miércoles, 15 de enero de 2014

Confesiones de una naranja

Hola, soy tu naranja. Me has comprado en la verdulería del “bolita”, como solés llamar al boliviano que trabaja todo el día juntando fruta y vendiéndola. Yo estaba ahí, en ese cajón. Hacía calor. Un perro  me abanicaba con su cola peluda, pero después se fue detrás del carnicero. Y llegaste vos. Dijiste “Deme un kilo de naranjas” y el verdulero se acercó al cajón, agarró a unas cuantas de mis hermanas y a mí. Podría haberme dejado, no me llevo bien con mis hermanas, son muy engreídas, se creen las mejores naranjas desde que estábamos en el naranjo de Tucumán. Porque soy una naranja tucumana, ¿sabías? No, qué vas a saber. Bué, la cuestión es que me agarraron a mi también, me metieron en la misma bolsa que a mis hermanas y nos pesaron. Un kilo justito, mirá qué calidad. Después me paseaste por la vereda, compraste pollo, pobre pollo, compraste algo en la farmacia, te pesaste y te quejaste porque subiste unos kilos, y bué, qué se le va a hacer, fin de año te hace engordar, o eso escuché por ahí. Después llegamos, linda casa la tuya, un primor de cocina. Nos acomodaste en una frutera y nos expusiste, orgulloso en la mesa, como si fuéramos la gran atracción. Mis hermanas estaban locas de contentas, el estrellato con el que tanto soñaban, al igual que las primas, esas que un chico agarró para hacer malabares en la esquina, terminan mareadas ero todos las ven y encima pagan. Mirá, incluso nos lustraste, ¿viste qué brillo? Nunca me hubiera imaginado, allá en mi planta de Tucumán, que después del viaje que me tuve que comer, con esa acalor, en ese camión, el camión se rompió, después esa bajada violenta en el mercado central, después otra vez al camión hasta la verdulería, ah…insoportable. Como te decía, nunca me hubiera imaginado, que iba a terminar acá. Já, qué lujo.
Ahora veo que me has obsequiado algo lindo, te comiste a mis hermanas. ¿Qué, te sorprendés? Yo lo sé todo, te las comiste, pero mirá, ni me molesta porque ya te digo, eran unas pesadas. Me siento bien, cómoda, reinando en tu frutera.

No pensarás comerme, ¿no? ¡Soy tu naranja! Recordá que sabés mucho de mí, pero que yo también sé mucho de vos, como las miraditas a la mucama cuando tu mujer anda cerca. ¿Que si es un chantaje? Totalmente, soy una naranja, pero no soy tonta. ¿A que ahora no te animás a comerme?

martes, 14 de enero de 2014

1017 cuentos, que se dice pronto.

¡Hola a quienes tengan la osadía de pasarse por este blog! Estuve un tiempo ausente, pero eso no significa que no esté leyendo. Leer leo siempre, cosas buenas y cosas mas o menos, pero leo. 
De casualidad, en un Twitter de vaya a saberse quién, encontré un RT de alguien. Soy curiosa, entré al perfil de ese "alguien" y leyendo lo que tenía por ahí escrito,. me enteré que tiene un blog de cuentos. Ojo, no cuantos cualquieras, son 1017, la cantidad de seguidores que tenía en su Twitter: un cuento para cada seguidor. El resultado es bellísimo, son cuentos cortitos, hiper fáciles de leer, pero de esos que te dejan pensando. Para los curiosos que deseen leerlos (yo aún no he llegado al cuento número 1017, a ver si ustedes sí) les dejo la dirección del blog. Su autor es Alberto Ramos.

Sobre Girondo

Un comentario en la entrada sobre el libro Espantapájaros, de Oliverio Girondo, me informaba que el enlace para descargar el libro está vencido,. Busqué y encontré otro, donde se lo puede leer en línea o descargarlo.


http://es.scribd.com/doc/6749477/Girondo-EspantapAjaros

lunes, 13 de enero de 2014

Hola mundo!

Hola a todos! Creé esta página para escribir cuentos, reflexiones, consejos (?) y demás cosas, espero que les guste.
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