Mi gran amor literario

Llegaste rápido, sin anunciarte, pateando mis puertas y mis fortalezas. Te miré cono al descuido, eras de lejos, y ese lejos tuyo no me interesaba. Pero hablaste, reíste, acariciaste con tus palabras mis mejillas, que no podían creer estar ruborizadas por primera vez.

Te impusiste, detuviste el tiempo con un movimiento de tu mano. Me miraste a los ojos y me diste vuelta la mente y el alma como si fuera un calcetín. En el vasto océano de mi soledad, fuiste un faro iluminándome el camino hacia la resurrección, cuando ni yo sabía que estaba muerta.

Y me quedé muda, porque mi voz no era nada comparada con la dulce melodía de la tuya, porque mi pensamiento deseaba ser dominado por tu pensamiento, porque mi boca se negaba a hacer otra cosa que no fuera besarte, aunque sabía que era imposible.

Sin poder usar mi garganta, el corazón buscó mis manos y mis dedos, que pronto comenzaron a hacer magia sobre el papel. Ríos de tinta en los cauces de poesías, cuentos o simples frases, buscaron la desembocadura de tu pecho, en vano. Nunca lo supiste y nunca lo sabrás, y a mí me gusta así, porque en la resignación encuentro la alegría de amarte.

Hoy te entrego este arroyito de palabras, un regalo más para ti, que tantos te he dado y que nunca has leído. No importa, vives ahí, en mis hojas de papel. Por eso eres mi gran amor literario.