sábado, 25 de abril de 2015

Flores en el alambrado (II) Eva.




Muchos días separaban ese momento del otro momento. Ambos momentos eran terribles. Este momento, el de su presente, era vivido con angustia, dolor, y sobre todo, mucha impotencia. El otro momento, el pasado hacía casi tres meses, era revivido con la misma angustia, el mismo dolor, y sobre todo, con la misma impotencia. A Eva le habían dicho que lo que se avecinaba sería tremendo, y ella lo imaginó con su mente de escritora, pero se había quedado corta. Ojalá hubiera sido como lo imaginó, y no lo que veían sus ojos.
Auschwitz era un nombre que muchas veces oyó, pero nunca se había molestado en averiguar bien de qué se trataba. Lo tendría que haber hecho, dejar por aunque sea un rato su delirio intelectual de judía más o menos rica y haberse ocupado de saber de antemano que la casa con la que soñaba en la bohemia París no existiría nunca, y que su próximo hogar era ese nombrado y temido Auschwitz.
Estaba presa sin haber cometido ningún delito, ni una mínima infracción a la ley, ni siquiera cuando los soldados la sacaron de su casa aquella mañana se atrevió aunque sea a escupirlos. En ese momento, aún confiaba en la educación, la fineza, y el respeto, a pesar de esos soldados. Para su suerte, dejó de creer en esas cosas cuando se percató de que no le servirían para sobrevivir en un sitio como en el que estaba.
Miró hacia la pequeña fogata encendida a unos pocos metros, alrededor de la cual se acurrucaban unas cinco o seis mujeres. Estiró con las manos las mangas del fino suéter que llevaba, como si con ese gesto pudiera abrigarse más. Luego rebuscó bajo su falda, cuidando de no caerse de la lata en la que se había sentado. Al fin encontró lo que guardaba con tanto celo atado a la cintura con una tira de cuero: un cuaderno y una pluma. Lo abrió sobre su regazo, temblando de frío le quitó el capuchón a la pluma. Realizó un trazo pero la soltó casi con asco. A veces se odiaba, y esa era una de esas veces. Se odiaba por no dejar su intelectualidad ni siquiera en ese infierno helado. En ese mismo instante estaban matando gente, quizás a su hermano, a la esposa de su hermano, o a su padre. Y ella allí, escribiendo como lo hacía siempre. Escribiendo en la misma lengua y quizás utilizando la misma marca de pluma que el que escribía los discursos para Hitler. O peor, quizás Hitler en ese mismo momento, también estaba escribiendo. Como ella.
Sintió un calor conocido a su lado, levantó la vista y sonrió. Lana estaba en cuclillas, acurrucada junto a ella y tratando de abrigarse con su cárdigan poblado de agujeros.
–¿Escribías? –preguntó con su voz tan dulce, seguramente lo único dulce que quedaba en ese lugar.
–No…Creo que no escribiré más.
–¿Por qué? Me gustan tus historias, las cuentas de un modo muy bello. Vamos, escribe una para mí y léemela esta noche.
Para convencerla, Lana le pasó un brazo por la espalda a modo de abrazo, y Eva ahogó un quejido al sentir dolor. Aún no había cicatrizado el tatuaje con el número, y suponía que probablemente estuviera infectado.
Cerró el cuaderno de un golpe, negando con la cabeza.
–Lo siento Lana, ya no tengo más ideas. –se puso de pie para acercarse a la fogata, dispuesta a arrojar allí a su cuaderno.
–¡No! –exclamó–¿Qué haces?
–Te dije que ya no escribiré, ¿para qué lo quiero? Al menos que dé un poco de calor, que tenga utilidad.
Las mujeres que las miraban sonrieron agradecidas: muy poco se encontraba o les daban para hacer un fuego más o menos digno, y unas hojas de papel no venían nada mal.
Pero la insistencia de Lana, su principal característica, sólo logró que Eva perdiera la paciencia. Si quemaba el cuaderno, Lana se pondría peor y no pararía hasta encontrar otro así tuviera que remover todo el campo para conseguirlo. Y si lo conservaba, tampoco pararía de pedirle que escriba.
Salió caminando disparada hacia cualquier parte, para sacársela de encima. Le dolía hacerle eso, pero  necesitaba un poco de aire. Era curioso que necesitara eso cuando estaban todo el día a la intemperie, pero quería aire para su cabeza, olvidar por unos instantes la tierra que sus pies pisaban  y todo lo relacionado a ese horrible lugar, hasta a Lana. Pero ella igualmente la siguió, como un perrito, y la alcanzó.
–¡Eva! ¡Eva, ¿qué te pasa?
No le contestó, sino que apuró más el paso. Le daba pena, Lana estaba muy delgada y correr la estaba agotando, oía su respiración agitada. Trató de no escuchar eso y cerró los ojos para no ver ni la nieve, ni los desperdicios, ni los alambres electrificados, ni las mujeres acurrucadas tratando de amamantar a sus hijos. Necesitaba aire, o quizás oscuridad para su vista y su alma.
–¡Eva!
Lana la trajo de vuelta a la cruda realidad, agarrándola de un brazo.
–Ay, ¿qué quieres? ¿Puedes dejarme en paz un minuto? –estalló.
–Pero...¿ por qué?
–¡Porque quiero estar sola! ¡No quiero pensar en este lugar maldito! ¡Déjame! Vamos, fuera.
Lana la miró, dolida, y Eva se arrepintió enseguida porque la chica estaba con los ojos empañados en lágrimas.
–Discúlpame, no quería tratarte así. –dijo casi en un susurro–Es que…No me siento muy bien, y quería estar sola. Lana, tu me pides que escriba, y yo, sinceramente, no puedo escribir. No tengo otra cosa en la mente que no sea esto, no puedo evadirme de esta realidad. Mira lo que es, nos dan basura para comer, están matando personas, a otros los vemos como poco a poco se van muriendo de hambre. Tú y yo no hicimos nada, sólo somos judías, o en mi caso, sólo lo parezco porque nunca me importó. No puedo escribir, negándome a ver lo que nos rodea.
–Pero venías haciéndolo…
–Lo sé, pero ya no. Lo siento.
Lana asintió, secándose las lágrimas con sus dedos sucios. Eva quiso acercarse y abrazarla, pero una guardia las separó con violencia y agarró a Lana de un mechón de cabello.
–¡Te toca! ¡A trabajar!
Le dio un empujón tan fuerte que Lana cayó de bruces al suelo. Eva se estremeció al verla, y más cuando vio que la chica se levantaba con dificultad, pero sin inmutarse. Parecía, pero no era tan frágil.
La guardia siguió empujándola hasta que Eva ya no pudo ver el cabello rojizo de Lana volando al viento.
–¿Y tú qué haces? ¡A comer! –le ordenó otra mujer, agarrándola del suéter, justo del lado donde tenía el tatuaje. Soltó un quejido, preguntándose cómo algunas mujeres podían maltratar así a otras mujeres si todas tenían los mismos problemas: maridos aprovechadores, hijos desagradecidos, trabajos mal pagos…No entendía qué la diferenciaba a ella de esa guardia para que la tratara así.
Se negó a comer el pan duro remojado en un caldo casi marrón, y se lo dio a otra mujer, delante mismo de la guardia, que le dijo unas inentendibles palabras en alemán que Eva interpretó como insultos, y la abofeteó. Aunque el estómago le rugía y la mejilla le latía con fuerza,  caminó a sentarse al barracón donde tenía su litera. Agarró el cuaderno, que había llevado todo ese rato bajo el brazo, sin darse cuenta. Casi rió al notar eso:  había caminado, había sido empujada, abofeteada e insultada, siempre con el cuaderno bajo el brazo. Cualquier escritor o poeta valoraría esa escena como un  atisbo de cultura en medio de la crueldad. Anotó esa idea para recordarla y usarla, si algún día salía de allí.
Abrió el cuaderno y, temblando igual que antes, destapó la pluma. Otro trazo, inútil. Sentía la rabia hacia sí misma floreciendo otra vez, y además, no sabía qué escribir. Cuando le había dicho a Lana que no tenía ideas, no mentía. Pensó en ella, ya que el cuento era para regalárselo. Lana, qué chica tan duce y sola, qué chica tan desamparada. Qué chica tan parecida a ella. Jamás en su vida la había visto hasta que se encontraron allí, y Lana se había pegado a ella como un perito abandonado. De ella solo sabía que tenía apenas dieciocho años y que su padre había sido asesinado por los nazis en el almacén que tenía la familia. De su madre no sabía nada, salvo que había muerto cuando era una pequeñita, y tampoco le preguntaba porque sabía muy bien lo que se sentía.
Lana la seguía a todas partes y la miraba con admiración, quizás impresionada por saber que Eva era “escritora”. Escritora de ningún libro, la corregía cuando la chica se lo mencionaba, y era en vano porque siempre volvía a decírselo, como si no le importara que Eva ya había dejado su sueño porque su vida cómoda de veinticinco años estaba muerta, al igual que su poco talento. Eso lo demostraba la página en blanco con apenas una rayita de tinta. Otra ve cerró el cuaderno, enfurecida con ella, con ese lugar, con ese mundo que permitía todo eso que estaba ocurriendo. Pero cerró sus ojos y se obligó a imaginar algo bueno, algo que no fuera tan tétrico ni que tampoco  estuviera relacionado con su vida anterior. Algo nuevo. Algo que fuera digno de un cuento para Lana. Le costó bastante, era increíble cómo unos días en el peor lugar del mundo podían borrar de la mente cualquier imagen bella. Los nazis estaban logrando su objetivo.
Poco a poco fue elaborando algo hermoso, y poco a poco fue abriendo los ojos pero manteniendo esa imagen, y poco a poco fue escribiéndola. A lo lejos, vio las llamaradas de las chimeneas de los hornos y las cámaras. Tembló, pero en esas llamas intento ver fuegos de artificio, y en las caras de las demás mujeres, intentó ver felicidad, y en ese odio que la apresaba, intentó ver amor.
El cuento fue tomando forma hasta que apareció Lana, agotada, más débil que nunca, casi arrastrándose, con un labio sangrando. Pese a eso, cuando la vio escribir, tuvo fuerzas para sonreír. Se sentó en el suelo y apoyó su  cabeza en la litera de Eva, que dejó a un lado su cuaderno para limpiarle la sangre con el pañuelo que llevaba al cuello.
–Déjame, amiga. Tú sigue escribiendo.
Eva asintió, viendo cómo a Lana, en pocas horas, la habían convertido casi en un fantasma. Le llevaría unos días recuperarse y no lo lograría del todo. Continuó escribiendo, apurándose porque sabía que en cualquier momento a ella le tocaría convertirse en ese fantasma que ya era Lana, y le costaría aún más días recuperarse un poco. Mientras escribía, con la mano libre le acariciaba el cabello, tratando de calmar sus inaudibles quejidos de dolor, hasta que Lana se quedó  dormida. Eva, en ese rostro de dolor, intentó ver el sueño de una princesa llena de alegría y esperanza.
Terminó el cuento y escuchó gritos de las guardias dando órdenes. Algo estaba ocurriendo, pero no sabia qué era. Iba a estampar su firma cuando se quedó sin tinta en la pluma.
–Será una señal de que esto también está terminado. –se dijo en un suspiro, mirando su firma a medias.
Después, una guardia le arrancó su cuaderno y lo arrojó al suelo, la misma mujer levantó a Lana y otra la agarró por los hombros a ella, obligándola a ponerse en una de las dos filas que estaban formándose con todas las mujeres. A Lana la pusieron en la otra fila, quedando a la par de Eva.
–Me contarás mi cuento cuando nos lleven ahí, ¿verdad?
–Claro que sí, Lana. –sonrió entre lágrimas–.Ya te contaré tu cuento.


martes, 21 de abril de 2015

Los Beatles y la ciencia - Ernesto Blanco



Título: Los Beatles y la ciencia. De cómo la múisica, John, Paul, George y Ringo, nos ayudan a entender la ciencia.
Autor: Ernesto Blanco.
Páginas: 200
Año: 2015
Editorial: Siglo XXI Editores
Colección Ciencia que ladra.




Los Beatles produjeron una de las mayores revoluciones culturales del siglo XX y seguramente de toda la historia. Nadie puede quedar indiferente a su música, sus letras, sus opiniones y sus locuras, y han sido estudiados desde todo punto de vista: melódico, rítmico, ingenieril, sociológico y hasta psicoanalítico.
Pues bien, faltaba algo: ¡la ciencia! Y aquí viene el gran físico y divulgador Ernesto Blanco a reparar ese “agujero por donde entra la lluvia” contándonos cuánto de ciencia hay en la poesía, los instrumentos, las anécdotas y hasta en los cerebros de los cuatro de Liverpool.
El acorde inicial de “A Hard Day’s Night” analizado matemáticamente, el torrencial éxito de algunas sencillas composiciones observado bajo la lupa de la neurociencia, las letras de Paul y John discriminadas por indicadores lingüísticos, el aporte de “Lucy in the Sky with Diamonds” para la antropología explicado en términos simples e ingeniosos, el detalle de las revolucionarias técnicas de grabación surgidas del capricho creativo de John, Paul, George y Ringo, más viajes interplanetarios, física cuántica, bioacústica aplicada a los animales y hasta la recreación ficticia de una conversación entre Paul y Bertrand Russell están presentes en esta gira mágica, misteriosa… ¡y científica!
All you need is love. Y un poco de ciencia.



Hoy les traigo un libro algo atípico para este blog, ya que no es una novela ni un libro de relatos. Otra vez vengo a molestarlos con mi enfermedad beatlera, pero es que me enteré de la existencia de este libro y dije “debo tenerlo”. Y eso que no soy aficionada a la ciencia ni mucho menos, lo mío son las letras, no por nada hice este blog. Pero es que me ponés algo de los Beatles y a mi me gusta todo, incluso las cosas más científicas.
Pero voy a hablar de este libro, no de mí. Aún no lo terminé, lo cual, dado su género, no es muy importante (vamos, no debo dar una opinión ni sobre su trama ni sobre su final, porque no lo tiene). El libro está dividido en varios capítulos que recorren la carrera beatle, siempre relacionando todo a  la ciencia. Porque los Beatles hacían música, y la música, en cierta parte, es ciencia. Tiene mucho de matemática, de física, de neurología, etc. Y esta obra va explicándonos cosas muy científicas y difíciles, que a quienes no poseemos mucho conocimiento lograría aburrirnos y hacernos perder a la quinta palabra, pero está tan bien explicado que se hace ameno y divertido. Por dar un ejemplo, nos habla del misterioso primer acorde de A Hard Day’s Night, acorde imposible de hacer. Bien, primero da una serie de hipótesis sobre cómo se podría haber hecho, explicando también, de paso, varias nociones de física acerca de las vibraciones de las cuerdas en el aire, que producen sonidos. Lo mismo hace con las letras, ¿nuestro cerebro responde de la misma manera a determinados temas que trate una letra? ¿Qué hace que guste o no una canción muy compleja?
Y por supuesto, nos habla de la estrella de la ciencia beatle: Lucy in the sky with diamonds y Lucy, nuestro antepasado Australopitecus Afarensis o, dicho más fácil, la monita más parecida a los humanos que encontraron mientras escuchaban esta canción, de ahí que se llame Lucy.
En fin, el libro es divertido, amé su interior decorado con ilustraciones que lo hacen aún más entretenido, además tiene anécdotas que la verdad ni conocía, se aprenden muchas cosas y se puede usar, porqué no, como una herramienta para consultar cuando nos preguntemos algo sobre las ciencias más duras. Por lo menos entenderemos más que con una enciclopedia, y nos despertará las ganas de poner un disco de los Beatles.
No es un libro para chicos, es un libro para todos.



lunes, 13 de abril de 2015

Historias de escritores: Eduardo Galeano



Hola a todos. Hoy he decidido retomar esta sección del blog para rendirle un pequeño homenaje a un escritor que quise y quiero mucho, y que hoy, 13 de abril, falleció. Se siente un poco raro escribir sobre él hablando en pasado, porque ya no está, pero él merece y yo, egoístamente, necesito mencionarlo aquí. No sé si podré darle un toque muy biográfico a esta entrada, más bien expresaré todo lo que siento y me hizo sentir con sus palabras tan bien elegidas y escritas.
Galeano fue un gran escritor que supo darle a cosas cotidianas, simples, y a menudo trágicas, un toque de magia y de identificación con nuestras raíces más profundas que nos atan a esta tierra en la que nacimos y a la que amamos y a la vez aborrecemos. Supo arrancarle a cada historia latinoamericana su “bastardez” y su marginalidad para presentarlas con orgullo y para que supiéramos sentirnos orgullosos.
Mi primer contacto con él fue, como muchos contemporáneos míos argentinos, en la escuela secundaria. Un buen profesor de literatura  con buen gusto nos acercó fragmentos de “Memoria del fuego”. Si bien era, como todo en la escuela, una lectura obligada, sus explicaciones ayudaron  a entender (por lo menos a mí) lo que Galeano pretendía transmitir: no sólo leyendas de la tribu tal o cual, sino el sentimiento de aquellos primeros originarios, su cosmología, y nuestros parecidos con ellos a pesar de estar tan lejos en el tiempo.
Lo que supe de Galeano, tiempo después de finalizar el colegio, fue  a través de sus citas o pequeños fragmentos de relatos, hasta que cayó a mis manos “Los hijos de los días”. Me pareció maravilloso un libro que tuviera una pequeña historia para cada día y que no parecía un libro de autoayuda como los que tenía mi tía (que está llena de libros “de pensamientos positivos” para cada día) Esto era distinto, una historia real y bella para cortar un día malo y de rutina. Después apareció “El libro de los abrazos” libro entrañable desde su título hasta su última página. Galeano lo escribió entre tres costas: la de Montevideo, la de Buenos Aires, y la de Cataluña. Su exilio huyendo de la dictadura uruguaya, lejos de traerle pesares, lo conectó al seno de la cultura española más vapuleada, encontrando allí también, en el país conquistador, “venas abiertas” como en la propia América.

Después, debo confesarlo, no leí más nada. Me quedé con esos, con los que más me gustaron y me llegaron, aunque nunca perdí las ganas de leer todo su material. Estoy segura que pronto lo leeré, más ahora, que una sabe que él ya no está y por lo tanto, aunque no lo haya conocido personalmente, lo extrañará.

Comparto algunas frases de sus libros:

Quien no se hace el vivo va muerto. Estás obligado a ser jodedor o jodido, mentidor o mentido. Tiempo del qué me importa, el qué le vas a hacer, el no te metás, el sálvese quien pueda. Tiempo de los tramposos: la producción no rinde, la creación no sirve, el trabajo no vale. En el Río de la Plata, llamamos 'bobo' al corazón. Y no porque se enamora: lo llamamos 'bobo' por lo mucho que trabaja.
                                                          -El libro de los abrazos.


El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha.
                                                       -Días y noches de amor y de guerra

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.
                                   -Las venas abiertas de América Latina


También les comparto un relato de “Los hijos de los días”.



Febrero 11
 No.

 Mientras nacía el año 1962, una desconocida banda musical, dos guitarras, un bajo, una batería, grabó en Londres su primer disco. Los muchachos regresaron a Liverpool y se sentaron a esperar. Contaban las horas, contaban los días. Cuando ya no les quedaban uñas por comer, un día como hoy recibieron la respuesta. La Decca Recording Company les decía, francamente:
No nos gusta su sonido.
Y sentenciaba: Las bandas de guitarras están desapareciendo.

Los Beatles no se suicidaron. 


miércoles, 8 de abril de 2015

El Diario Rojo de Carlota - Gemma Lienas



Autora: Gemma Lienas
Páginas: 336
Editorial: Planeta
Idioma: Castellano
Año: 2004
Integra la colección de los Diarios de Carlota (Diario azul, Diario violeta, Diario amarillo, etc., que trata diferentes temas).






No es estrictamente un diario, ni tampoco una novela. ¿Qué ocurriría si la explosiva Carlota -protagonista de tantos libros memorables-, y Flanagan -el famoso detective-, se conocieran, intimaran, establecieran relaciones sentimentales, practicaran sexo y.... nos lo contaran paso a paso? El lector puede asistir junto a Carlota a las primeras experiencias sexuales, disfrutando sobre los aspectos fundamentales de la sexualidad. Nunca un libro ha unido diversión, utilidad, literatura y didáctica de manera tan natural, fresca y directa como éste, sobre uno de los grandes temas de siempre.





 Otro caso en el que la sinopsis “oficial” del libro no le hace justicia y lo presenta casi como si fuera un libro escolar. Bien, puede tomarse así, (creo que en algunas escuelas de España lo leen) pero a mí me pareció que daba para más. Es, sin duda, un libro que toda mujer debe leer. Y si sos hombre, leete su versión masculina, “El diario rojo de Flanagan”. Aunque tampoco estaría mal que las mujeres leamos a Flanagan y los hombres a Carlota, sería una buena forma de empezar a comprendernos.
El libro no es una versión naif de 50 sombras, es educativo pero no como los de Alessandra Rampolla (bueno, ni sé si escribió libros, supongo que sí) que solamente te dice “toque aquí para llegar a un orgasmo” y ni te pone  a una chica azotada y atada por su pareja. Te explica, comenta, te hace pensar, todo en el marco de una novela.
Pero claro, al ser dos cosas (libro educativo y novela) las dos no podían salir bien, o sí, si por ahí la autora le hubiera puesto más empeño, por lo menos para darle un buen final. La parte “novelesca” no me dejó con buen sabor. Por momentos no soportaba a Carlota, lo que le hizo a Flanagan, pero a la vez la entendía porque Carlota es una chica de 17 años con todas las dudas y complicaciones de una adolescente que no entiende muy bien qué hacer ni con su vida ni con su cuerpo que está cambiando y mucho. Otra cosa que no me cerró es que, supuestamente era muy ignorante en esos temas y después en poco tiempo ya sabia todo, opinaba, ayudaba a las amigas…Como que no me cerraba su conflicto adolescente y su demasiada madurez repentina.  Pero dentro de todo, la historia está pasable.
Confesaré que comencé  a leerlo con mucho prejuicio, pensando “a ver qué me contás de nuevo” porque claro, ya estoy grande, por no decir vieja, y como que una cree que ya se las sabe todas y que nada te puede aportar un librito para jovencitas. ERROR. Y por eso digo que toda mujer, y de toda edad debería leerlo. Mitos, miedos, y cosas que ignoraba por completo las encontré en este libro, por eso lo recomiendo si quieren saber más, aunque no tanto si lo que buscan es una historia de amor como en las buenas novelas.

viernes, 3 de abril de 2015

Hacer tu biblioteca es fácil





¡Hola gente! Les traigo una entrada atípica ya que es sobre manualidades y eso muy bien no va conmigo porque soy bastante inútil, aunque tengo buenas ideas, pero a veces con eso no alcanza.
Muchos quizás tengan un montaña de libros y no saben dónde ponerlos y exhibirlos porque su habitación es pequeña o compartida, y no pueden meter una estantería grande o no quieren dejar sus libros en una estantería “de uso común” para la familia porque vamos, son SUS libros y no quieren que nadie los toque. Aquí tienen una pequeña lista de ideas para que sus libros tengan una casita linda y sobre todo, para que no les cueste mucho trabajo hacerla porque, digamos la verdad, la gran mayoría no somos expertos en martillos, clavos y mucho menos, taladros.
Aquí vamos.




En obras.




Se necesita:
*Tablas (róbenlas en alguna obra en construcción).
*Ladrillos huecos de cemento o los comunes (róbenlos en alguna obra en construcción).
*Cola vínica o pegamento fuerte (no lo van a poder robar, compren o pidan prestado)
*Pintura o barniz si desean decorar.
*Lija por si las tablas tienen astillas.

Se hace así:
1-Si las tablas tienen astillas o son desparejas, o cuando ustedes les pasan una mano los lastima, las lijan un poco para sacar todas esas impurezas. Con una lija fina está bien, recuerden ponerse guantes por si quieren proteger sus manos.
2-Si son coquetos, pueden darles una o dos manos de barniz (para que queden brillantes) o pintura, que puede ser acrílica o en aerosol y hacerles dibujos o lo que deseen.
3-Van a apoyar los ladrillos en el suelo, pueden poner cuantos gusten dependiendo de la altura a la que quieran que estén los libros. Para asegurarlos entre ellos, ponen bastante pegamento. Apoyan una tabla sobre ellos, también asegurándola con pegamento, dejan secar un par de horas y sobre la tabla colocan más ladrillos para después apoyar otra tabla. Recomiendo que pongan hasta tres tablas nada más, para que tenga más estabilidad y no se venga todo abajo a la primer patada accidental que le emboquen.


Verdura barata.






Pueden pedirle al verdulero algunos cajones de fruta o verdura que ya no use, o usar cajas de cartón (que sean de cartón fuerte, como la de los instrumentos musicales. Si no son de la medida que desean, siempre pueden desarmarlas y armarlas con el tamaño que quieran, pegándolas con pegamento o usando una engrapadora). También, si les gusta más lo urbano, pueden usar los cajones plásticos de cerveza o gaseosas.

Se necesita:

*Cajones o cajas
*Lija
*Barniz o pintura
*Clavos
*Martillo
*Algún trozo de madera más fino por si desean hacer divisiones. 

Se hace así:

1-Si elegiste cajones de madera, lijalos. Si tenés cajas de cartón, podés pasarle una lija finita para eliminar las marcas o dibujos que pueda tener y que después te cuesten tapar con pintura. Si tenés los cajones de cerveza y querés que queden asi, no hagas nada, vago.
2-Una vez que tenés preparados los elementos, los pintás a gusto y dejás secar. Si querés agregar divisiones, podés insertar una tablita, que debe ir bien justa y con pegamento, y de todos modos no le apoyes libros pesados porque podría caerse.
3- Armás tu biblioteca como más te guste, acomodando los cajones de forma vertical, apilados, o uno al lado de otro. También podés colgar, pero necesitarás tarugos, ganchos, taladro, y probablemente alguien que te ayude.







Demoliendo “teles”






Otra forma de reciclaje, en la que usarás un televisor viejo y que ya no funcione, o un monitor, o una cpu. Si no tenés, en las oficinas o casas de informática siempre dejan tirada en la vereda alguna cpu o monitor.


Se necesita:

*Televisor, monitor, cpu, o todo junto.
*Un palo.
*Antiparras
*Destornilladores (uno para tornillos con una sola ranura, y otro con punta “en estrella”).

Se hace así:

1-Te ponés las antiparras. Agarrás el palo. Te posicionás frente al televisor. Le pegás a la pantalla y descargás todo el odio que tenés contra el mundo.

2-Si no querés hacer el paso 1, destornillá todo lo que tenga atornillado para poder retirar la pantalla. Si conseguiste una cpu, retirá la tapa y sacá todo, salvo lo que te parezca atractivo para dejar que se vea.





Libros Skaters







Si sos chico (o chica, porqué no) y lo tuyo, aparte de los libros, es el skate, te podés hacer una repisa con patinetas viejas o que ya no sirvan.

Se necesita:
Si la querés colgar, usá esto
*Skate
*Ménsulas
*Tornillos
*Tarugos
*Taladro
Si no la querés colgar o no tenés con qué, usá esto:
*Skate
*Ladrillos o latas.

Se hace así:

Opción 1:
1-Marcás en el skate dónde van a ir los tornillos. Taladrás y en la parte que quedará para abajo, apoyás las ménsulas y atornillás.
2-Agujereás la pared con el taladro. No lo hagas a cualquier hora, pensá en tu vecino de al lado.

3-En el agujero meté un tarugo. Apoyás el skate en la pared, haciendo coincidir los agujeros que hiciste con los agujeros de las ménsulas. Vas  a necesitar ayuda.
4-Atornillás con todas tus fuerzas los tornillos que agarrarán las ménsulas a la pared.

Opción 2

1-Ponés ladrillos y apoyás el skate, como en la primer repisa que expliqué. 


Botellero




Si vivís cerca de un taller mecánico o de un lugar de productos de limpieza, podés usar los envases de las cosas que usan para hacerte una mini  y colorida biblioteca.

Se necesita:

*Envases de líquidos, que no sean tóxicos, y que sean más o menos grandes.
*Agua, detergente, jabón, algún cepillito, guantes.
*Tablitas
*Tornillos y tarugos
*Ménsulas chiquitas
*Taladro
*Sierra pequeña
*Lija

Se hace así:

1-Vas al lugar y pedís envases, pueden ser de aceite, líquido para frenos, lavandina, detergente, etc. Fijate que sean más o menos grandes y de plástico fuerte.

2-Con la sierra vas a cortar una de las caras del envase, de modo que quede la mitad más toda la base. Si no podés, pedí ayuda, es importante que no se raje mientras lo cortás.

3-Limpiás MUY BIEN, con ayuda del agua y un cepillo. Recordá usar guantes porque los químicos pueden hacer daño a las manos, si tenés algún tipo de problema respiratorio, ponete barbijo. Si el envase es de lavandina (o lejía) POR FAVOR NO USES DETERGENTE PARA LIMPIARLO. La mezcla es muy tóxica y podría hacerte mal, usá abundante agua y nada más.

4-Una vez limpio, pasale una lija a los bordes para emparejarlos y que no te corten.
5-Taladrá la pared, poné tarugos. Agujereá la parte de atrás o respaldo del envase, o sea la parte que irá contra la pared. También agujereá la base en su parte más cercana a la pared. Todo esto hacelo con cuidado para que el plástico no se raje.
6-Apoyá las ménsulas y poneles un tornillo pequeño, para que se ajusten a la base. La otra “patita” de la ménsula irá a la pared, para que la base tenga más seguridad. Si ves que sigue siendo insegura y pensás que puede romperse con el peso, entre la base y la ménsula poné una tablita (previamente agujereada también).
7-Apoyá el envase en la pared. Poné un tornillo en cada agujero que hayas hecho para justar la parte superior o respaldo del envase, y poné otros tornillos para justar las ménsulas que le dan soporte a la bese con la pared.




Y esto ha sido todo, espero que se animen a armar sus bibliotequitas. Si tienen más ideas, compártanlas para que todos pongamos manos a la obra.
Nos vemos en el próximo post!




Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
 

Blog Template by BloggerCandy.com