jueves, 26 de noviembre de 2015

Crisis

Cada día que pasa me siento peor. Cada día que pasa es una tumba nueva que se cierra en mis narices. Cada día que pasa es un desafío que afronto y que no supero, y cada noche es un fracaso nuevo.
No sé qué me pasa, yo no era así, repito a quienes preguntan, y les regalo una sonrisa. Pero claro que sé qué pasa, sólo que es largo de explicar y la gente no tiene tiempo. Y tampoco es bueno aburrirlos.
Ha pasado la vida. Con más bemoles que sostenidos. No ocurrieron cosas catastróficas, lo sé, pero las que ocurrieron son suficientes para ahogar a un alma.
Ahora todo es tristeza continua. Todo choca, todo hace mal. Cualquier motivo desencadena el llanto en el colectivo, en la calle, en el baño, en el banco de clase. El cuerpo ha dejado de ser cuerpo para ser puro nervio retorcido, que ante la mínima cosa salta y provoca que el estómago se retuerza, el sueño se vuelva una locomotora sin frenos, el frío y el calor recorran los poros y la ira se desate con la facilidad de un cordón de zapatilla. Nada bueno ocurre, al contrario, lo único bueno va desapareciendo, dejando un desierto lleno de gente que no importa, que incluso se odia y que detesto, y que para desgracia  mía, respiran mejor que yo.
Y para completar el plan de autodestrucción masiva, la inseguridad. Cada día aumenta, como avanza la sarna sobre el cuerpo de un animal, silenciosa pero picando continuamente, recodándome que ayer no pudo resolver nada, que hoy es mejor no ir, y que mañana, ni siquiera podré hablar. Un círculo que se cierra cada vez más y que aísla. La desesperación aumenta, pero es helada, no permite hacer nada y tampoco propone voluntad para hacerlo. Es la desesperación del “mejor lo dejo así”, “mejor no hago nada”, “mejor ni lo intento”. Mejor me muero. Eso. Muerte y fin de la historia.
Pocas cosas buenas me rodean y esas cosas se están yendo, lo sé y no pudo y tampoco hago nada para evitarlo. Hasta el amor.
El miedo se me ríe en la cara. Con tanta inseguridad, el campo está libre para que él ufane en sus glorias conseguidas y en las que sabe y sé que va a conseguir. Toda la esperanza en lo que vendrá está siendo comida por él.

Y todo se vuelve negro, el futuro, el pasado y peor, el presente. Un presente sin ni un rayo de luz, un presente que palpita al ritmo de una respiración cada vez más lenta, más cansada, más hastiada, más entregada. 

sábado, 17 de octubre de 2015

Kafka y la muñeca viajera - Jordi Sierra i Fabra


Kafka y la muñeca viajera
Autor: Jordi Sierra i Fabra
Editorial: Siruela
152 páginas



Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia muy insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca. Para calmar a la pequeña, el autor de La metamorfosis se inventó una peculiar historia: la muñeca no se había perdido, se había ido de viaje, y él, convertido en cartero de muñecas, tenía una carta que le llevaría al día siguiente al parque. Aquella noche Franz escribió la primera de las muchas cartas que, durante tres semanas, entregó a la niña puntualmente, narrando las peripecias de la extraordinaria muñeca desde todos los rincones del mundo. Según cuenta Dora Dymant, su compañera en aquellos días, el estado febril con el que Kafka escribía esas cartas era comparable al de cualquiera de sus inmortales obras. Éste es el relato de aquella experiencia, en la que Franz Kafka fue un mago de la palabra para una niña desconocida de la que jamás volvió a saberse nada, como tampoco de aquellas cartas que constituyen uno de los misterios más hermosos de la narrativa del siglo XX.





Descubrí esta obra de Jordi Sierra i Fabra casi por casualidad, mientras buscaba la saga del Inspector Mascarell  (de la que les comentaré en la próxima reseña). Alguna vez había leído, en esas tantas imágenes que aparecen en facebook, sobre la historia real de Kafka y una niña pequeña que encontró, tan de casualidad como yo este libro, en un parque. La pequeña lloraba por su muñeca y Kafka, que no era hombre de muchos sentimentalismos ni acostumbrado a los niños, recurrió a su mente imaginativa para consolarla. ¿Por qué? Nunca lo sabremos.
Sierra i Fabra, un autor que reconozco que me gusta mucho por la agilidad con la que todos sus libros se leen, y con agilidad no me refiero a que sean simplones, sino que son muy bien elaborados, de argumentos sólidos, pero no aburren, enganchan y te mantiene enganchado siempre, decidió recrear este momento en la vida de Kafka, contado por él mismo. Celebro la idea del autor, y también celebro lo bien que lo plasmó. Vamos, es todo ficción menos la historia de fondo, pero está perfectamente hecha y transmitida.
El libro, que a simple vista podría parecer para niños, es en realidad para grandes también. Creo que tanto los pequeños, los jóvenes, y los adultos podemos sentirnos identificados con la niña, o con Kafka, y conectarnos a través de ese sentimiento. Además, se lee rápido porque tiene pocas páginas, digamos que se trata de un cuento largo pero inolvidable. 


lunes, 10 de agosto de 2015

De Rusia con amor


Amo Rusia. No sé desde qué edad, pero sé que desde muy pequeña (pongámosle seis, siete años) amo a ese país. Quizás porque me llamó la atención que fuera el más grande, o por los nombres impronunciables que tienen sus habitantes, o porque son buenos deportistas y bailarines y hacen cosas raras en los circos…Sé que desde siempre Rusia es para mi un símbolo de belleza. Últimamente, mi amor por ese país se acrecentó, por estudiar su historia y por leer libros de autores rusos. El tema es que amo su cultura, sus bailes, su ropa, las matrioshkas, la comida, etc. Su política actual no, pero ya sabemos que los políticos siempre arruinan todo.
Con tanto amor me surgió la curiosidad por aprender ruso. “Vos estás loca” me dijeron absolutamente todos los seres humanos que se enteraron de mi nueva curiosidad. Y sí, probablemente lo esté, porque estudiar un idioma que quizás nunca use porque quizás jamás viajaré a Rusia es algo muy loco. El tema es que busqué por internet y encontré un curso online y gratuito que es amor puro. Si ustedes también están sintiendo la llama rusa crecer en sus pechos, les dejo el lugar donde lo encontré: http://www.rusogratis.com/curso-ruso-indice.php

Y para agilizar mi oído, encontré una radio rusa que casi todas las tardes me acompaña, y que pasa música que es buenísima. Si es rusa, ¿cómo podría llamarse? Naturalmente, Sputnik. La encuentran en Tune In, con ese nombre.

Pero yo siempre tengo en contra algo: el tiempo. Pronto tuve que dejar mi cursito amoroso para estudiar y dar aburridos exámenes de aburridas materias. Y también me di cuenta de algo: soy una chica anticuada. ¿Por qué? Porque me cuesta mucho estudiar si no tengo un libro. Todo bien con el curso por internet, pero si no tengo un libro que pueda consultar en cualquier momento, en la cabeza no se me queda nada. Así que decidí buscar libros de ruso para consultar, y usar el curso online para la parte de pronunciación. Claro que en mi ciudad, jamás iba a encontrar un libro de ruso. Ya he dicho que en la librería me miran raro, y es que cada vez que voy pido cosas muy estrafalarias. Por eso recurro a mercadolibre (estoy enamorada de él, pese a que me haya aumentado los costos de envío). Pero…allí no había nada. No me di por vencida y entré a Tematika.com, solamente para mirar, porque nunca se me dio por comprar ahí, ya que no tengo tarjeta de crédito y suponía que me iban a matar con el envío. Grata fue mi sorpresa cuando supe que se puede pagar por medios como rapipago, y que por ser nueva clienta me regalaban el envío, y que, también pro ser nueva, me hacían 20% de descuento, y lo mejor…¡TENÍAN LIBROS DE RUSO!
Hubieran tenido más variedad si no existiera todo el lío de importaciones que hay en Argentina, pero vi dos que me interesaron y pese a que no tenía mucha confianza en comprar así, los pedí. El pago tardó tres días en acreditarse, pero lo enviaron enseguida, a pesar de que decía que tardarían dos días en salir del depósito. Al otro día que se acreditó, ya estaba en casa, así que Tematika se ganó una adepta. El punto en contra sería que el cartero fue híper malhumorado y casi me tira la caja en la cara, pero de eso no tiene la culpa la librería, sino el bendito Correo Argentino, del que ya contaré mis experiencias próximamente.
Resumiendo: no tengan miedo de comprar en Tematika, hay facilidades de pago, descuentos, envío rápido, y excelente embalaje.
Cuando abrí la caja, vi esto:




Medio que me decepcioné, porque en la página parecían libros “tamaño normal”, y resulta que son pequeñitos. Después me avivé que si son para viajar, los hacen chiquitos para que no ocupen espacio.
El primero es una guía rápida de conversación, de editorial Arguval. (Precio:$70 ARS)




Como ven, tiene dibujitos, frases que se utilizan en viajes o por si te encontrás a algún ruso en Argentina (?) y su pronunciación.


Este es “Ruso para viajar”, de Editorial Collins (Precio: $110 ARS)



 Tiene muchos colorcitos para ir rápidamente a la sección que se desea. Tiene frases, palabras sueltas, gramática, un mini-diccionario, consejos sobre dónde cambiar dinero o alquilar autos, cosas sobre el transporte público y restaurants, etc. Una guía muy completa para viajar y también para aprender.  Pido disculpas por la calidad de las fotos, mi teléfono anda cada vez peor.

Otro resumen: me gustaron mucho los libritos y confío en que aprenderé bastante con ellos. Si eso pasa, compraré los otros libros de ruso que tienen disponibles.
En fin, eso era lo que quería comentarles acerca de mi primera compra en Tematika y de mi afición al ruso.


viernes, 7 de agosto de 2015

Descargando iras



Desde hace un tiempo que tengo un problema que sé que crecerá y que me traerá problemas: no estoy manejando bien el temita de la ira. Antes era muy tranquila, raramente me enojaba y más raramente aún, me enojaba tanto como para pegar dos o tres gritos y un portazo. Recuerdo situaciones muy especificas en las que estallé. Pero desde hace más o menos un año a hoy, el enojo es parte de mis días y la ira, también. Siempre digo que escribir ayuda mucho y lo tengo comprobado, pero a mí me resulta cuando estoy triste. Siento alivio, como que comparto mis penas con aunque sea un pedazo de papel y ya me siento un poco mejor. Pero cuando estoy llena de rabia, sé que ningún papelito me parará. Es más, el papelito puede convertirse en decenas de papelitos más pequeños y volar por ahí y ser pisoteados. Quizás sea “la adultez”, porque convengamos que los adultos somos los que tenemos más derecho a enojarnos, nos pasan cosas difíciles y si nos enojamos la gente no nos ignora, en cambio cuando sos pequeño, por más berrinches que hagas  y te tires al piso y patees juguetes, la gente te mira y sonríe y dice “uy, se enojó el nene”.
No sé porqué será, y esta es la primera vez que siento enojo y me puse a escribir, a ver si así abro un canal y puedo empezar a desahogarme también de esta forma (es muy filosofía hindú esto de abrir canales, pero me viene bien la metáfora). También, convengamos que últimamente suceden cosas que permiten nuestra ira vea la luz. La burocracia, por ejemplo, haciendo que la búsqueda de un trabajo consista en rellenar formularios y que siempre te falte uno, y que empleados aburridos te manden de un sitio a otro para que luego, otro empleado más aburrido te diga que nada de lo que hiciste te sirve porque el puesto ya está cubierto. O, como me pasó a mi, para que te digan que tu título no sirve y que te enteres dos días después que otra persona que tenía el mismo titulo que vos, SÍ consiga el trabajo.  Eso saca lo peor de uno, el acomodo, la chupada de medias y otras cosas, por un laburo que vos querías y deseabas conseguirlo y hacerlo como se debe. A eso se suman las noticias nuestras de cada día, con tipos que entierran animales vivos, o matan niños. O el colectivo que se atrasó, el tren que cancelaron y vos esperando una hora, dos horas, en medio del frío y el viento, usando para entrar en calor a tu ira que crece y crece. Ni hablar, en estos días y en Argentina, de la constante y casi acosadora manera que han empleado los candidatos a la presidencia y otros cargos para convencerte de que los votes. Por todos lados, en todos los papeles, carteles, canales, radios, videos de internet, páginas, publicidad en redes sociales, mensajes de texto y whatsapp, llamadas telefónicas…Todo eso con música  de fondo, la música del agua que crece e inunda barrios  y ciudades mientras te siguen pidiendo que los votes, que seguirán trabajando o que destruirán lo hecho. Eso saca lo peor de uno, hace que odies con tu alma a cada tipo que te diga “¿A quién vas a votar?” NO SÉ PELOTUDO, HABLEME DE OTRA COSA.
Siguiendo con mi temita del manejo de la ira, les cuento que la última vez que pisé la universidad fue para presentar un trabajo grupal para el cual mis compañeros no estudiaron y armaron un gran papelón. Mi ira estaba a punto de estallar frente a todos, vamos, que los quería estrangular delante de la universidad entera, pero me fui y no les hablé más y para completar el ataque de ira, una vez que llegué a mi casa, incendié todas las copias y casi prendo fuego una cortina. Otro día mandé a la mierda a mi vecina porque tiene la costumbre de poner la música en modo destrucción de ventanas, y hace un tiempo me peleé con toda Telefónica porque me habían aumentado la factura. A cualquier le contesto mal, el celular sabe los golpes que le he pegado, y sé que si me ponen delante a mi ex mejor amiga sería capaz de arrancarle las cejas. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ya no puedo manejar la ira? Me dirán que vaya a un analista pero esas cosas me sacan de quicio también. Entonces, lo mejor sería un psiquiátrico y les digo que sí, que la verdad es que a veces siento que estoy enloqueciendo. Pero que también ceo que la gran mayoría de la gente (y digo gente para no decir sociedad, porque la sociedad incluye a todos, y eso no sería justo para las personas que no tienen los mismos problemas mentales que yo), tiene problemas más graves con la ira, se agarran a trompadas por un partido o por un roce entre autos, de la nada sacan una pistola y disparan….Tendría que haber hospitales psiquiátricos en cada esquina, y creo que faltarían. No sé si la culpa del mal manejo de la ira la tiene uno mismo, o todos, o si las culpas son compartidas. Tampoco sé si escribir sobre esto me ayuda a mí, o quien lo lea, o por el contrario, siembra más ira.  
Ustedes, si aun no tienen problemas con ella, al menor indicio sepan frenarla, sepan calmarse a tiempo, no dejen que entre una vez en sus vidas, les aseguro que es muy difícil pararle los pies. Y si ya está con ustedes, hagan también la prueba de escribir, de contar hasta diez, de dejar que se disipe y que se les aclare el pensamiento. 


lunes, 20 de julio de 2015

De visita al anticuario




Hola a todos, hoy quiero mostrarles algunas cositas que vi en un anticuario que hay en mi ciudad. Es una de las “cuevas” donde consigo libros usados y excelentes. Personalmente, prefiero ir siempre allí pese a que hay otro anticuario especializado en libros, pero en este puedo elegirlos, mirarlos, compararlos y dejarlos si quiero, en cambio en el otro están muy encima de  mientras mirás y me pone nerviosa jaja. Además, en el lugar al que suelo ir, se nota que trabaja gente que mucha idea no tiene de libros…y por lo tanto, los precios suelen ser muy bajos para libros excelentes.
Paso a mostrarles los primeros tres. Les cuento que para la universidad debo hacer un trabajo de investigación para aprobar un seminario. El seminario se trata sobre historia del Mediterráneo, y el tema que elegí para desarrollar el trabajo es sobre el arte y la ciencia en Al Andalus, o sea, en la Andalucía de la época musulmana. Si bien hay bastante material por internet, principalmente fotos, uno termina mareándose con tanta información, y siempre es necesario el apoyo de un libro. En este anticuario, encontré estos, espléndidos.








La Alhambra y el Generalife.
Es mi preferido, tiene unas fotografías preciosas, muchos datos, versos de poemas musulmanes que me vienen perfecto para la parte de poesía que quiero poner en el trabajo, y además, mapas. Lo único es que tiene son algunas páginas sueltas, después es de gran calidad.







Toda Córdoba.
El preferido de mi madre porque le gustan las plantas jaja. Me encanta porque tiene mucha historia, y si bien el libro es viejito (como los demás) tratándose de un trabajo de historia, mientras más viejo sea, mejor. También tiene excelentes fotos, creo que si un día voy a Córdoba me lo voy a llevar para que sea mi “guía de turismo”.







Esto es Toledo.
Libro parecido al de Córdoba, mucho al final no me sirve porque tiene muchos datos sobre la época cristina, pero es tan lindo que igual lo compré.
Estos tres libros, al precio aproximado de $20ARS cada uno. Un chiste.



Y ahora, vamos con otro, que no es para el trabajo de Mediterráneo, pero cuando lo vi me quedé toda en shock.





Historia de la vida privada de Georges Duby
Para el que no sabe, este autor es de esos con los que te machacan durante toda la carrera. Este libro era el único que me interesaba de él y adivinen, JAMÁS me lo dieron para leer en ninguna materia. Por suerte, lo conseguí en este anticuario, y si bien está en inglés, me defiendo bastante en ese idioma y es realmente precioso. 600 páginas al risible precio de $40ARS. Cuando nuevo, en cualquier librería, está arriba de 400, y si hay suerte de que lo tengan porque es importado.


Y para dejar el estudio a un lado, un gustito.




 El último Don, de Mario Puzo
Soy fan de este autor, pero me da medio no sé qué ir a la librería y decirles “deme todos los libros de Mario Puzo” porque me mirarán y sospecharán que soy aprendiz de mafiosa. No se equivocan, pero tampoco vamos a estar dándoles la razón, ¿no? Este lo conseguí a algo de $25ARS, tiene como 500 páginas y está en perfecto estado.  




Con todo esto les quiero decir que si ven un anticuario, no duden en entrar. A veces anticuario no es sinónimo de libros viejos, agujereados por las polillas y comidos por las ratas, a veces hay verdaderos tesoros y a buen precio. Ya les seguiré contando de mis compras en ese lugar, que seguramente serán muchas más. 

lunes, 13 de julio de 2015

Cambios en el blog





¡Hola gente! Sepan disculpar mis ausencias, no tanto en este blog (¿a quién le importa lo que escribo?) sino principalmente de los blogs amigos y de los que comentan. Discúlpenme, tengo que ponerme al día y dejarles los comentarios que se merecen, porque son todos muy buenos blogs.
Justamente el título de esta entrada tiene que ver con mi falta de actualización. El principal factor es el tiempo, no tengo, no me alcanza, hasta agosto creo que estaré así. El segundo factor es que no estoy leyendo. Corrijo, estoy leyendo, pero no creo que ustedes tengan ganas de una reseña con libros sobre las estructuras agrarias griegas del siglo IV. No me contesten que sí, porque los mato jaja.
Así que, no pudiendo leer libros que me interesen y que les interesen a ustedes, no puedo actualizar el blog, y si vamos a esperar a que lea un buen libro y que haga su reseña…el blog quedará inactivo por meses. Así que decidí meter algunos cambios para que este pequeño espacio siempre esté actualizado. De ahora en más, será más “personal”. En él habrá tonterías varias, como por ejemplo consejos de maquillaje (jamás me maquillo, pero a veces compro alguna que otra cosita previamente leyendo reseñas en blogs especializados, y dar mi opinión sobre ellas también sería una forma de agradecerles), reseñas sobre algún producto, críticas a servicios (y acá estoy pensando en mi empresa de telefonía…), curiosidades, notas sobre clases o sobre cosas de la vida cotidiana…en fin, un blog de todo tipo de cosas. Lo cual no significa que ya no haya más libros, no. Los libros son parte de mí, y si el blog es personal, ellos seguirán estando,  así que en cuanto me desocupe, volverán las reseñas y notitas sobre libros y escritores.

En fin, eso es todo lo que tenía para comentarles, espero que estén bien y ya me pasaré por sus blogs. 

domingo, 28 de junio de 2015

El abuelo que saltó por la ventana y se largó - Jonas Jonasson



Autor: Jonas Jonasson
País: Suecia
Editorial: Salamandra
Año: 2012

416 páginas




A los cien años, aún queda mucho por vivir... El abuelo que saltó por la ventana y se largó representa uno de los éxitos literarios más insólitos que se recuerdan en Suecia. La novela, la primera de un autor desconocido y una rara avis dentro de la nueva hornada de narrativa nórdica, se convirtió en un fenómeno de ventas gracias a las recomendaciones de los lectores. Desde entonces, se han vendido más de un millón de ejemplares, fue Libro del Año y Premio de los Libreros en Suecia en 2010. Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Alian Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adonde ir, se encamina a la estación de autobuses. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Alian se sube sin pensarlo dos veces, con la maleta ajena a rastras. Aún no sabe que el joven es un criminal sin escrúpulos y que la misteriosa maleta contiene cincuenta millones de coronas. Pero Alian Karlsson no es un abuelo centenario cualquiera... y en poco tiempo, tras una alocada aventura, pone todo el país patas arriba. Jonasson urde una historia extremadamente audaz y compleja, capaz de sorprender constantemente al lector, pero el verdadero regalo es su personaje protagonista, Alian Karlsson, un hombre de un maravilloso sentido común, con todo un siglo a sus espaldas, que no teme a la muerte, ¡ni al crimen! Un anciano centenario que no está dispuesto a renunciar al placer de estar vivo




¡Hola a todos después de tanto tiempo! Siento haber desaparecido de aquí y también de sus blogs, estuve estudiando (estoy, mejor dicho) y la verdad no puedo leer “por placer”, así que por lo tanto, poco tenía yo que hacer  aquí…
Hoy les traigo esta maravilla de novela, que ya desde el título y desde la sinopsis engancha mucho. Comencé a leerla en verano (del hemisferio sur, claro), y llegué más o menos a la página cien y la dejé. El porqué de esto fue que tenía otros títulos para leer que me habían quedado pendientes, sumado a los exámenes de febrero. La retomé hará unos dos meses y ya no pude soltarla.
Repito, es una novela maravillosa, pero a veces peca de demasiado descriptiva  o enredada, y uno comienza a bostezar porque se pierde. La salvada que hace el autor, como si estuviera viendo cómo se nos cierran los ojos, es que ahí, justo en es momento, suelta una escena desopilante  o alguna frase loca que nos hace reír y en consecuencia, despertarnos.
Para mi suerte o desgracia, nunca dejo ningún libro sin terminar, y en este caso resultó porque luego de haberla dejado me obligué a volver a retomarla y me encontré, por fin, con las aventuras locas que prometía. Les aseguro que es de las cosas más originales que leí, con uno saltos en el tiempo muy bien hechos y con cada anécdota de este abuelito con las grandes figuras del siglo XX…que no pueden perderse. El final, mientras uno va leyendo, es imposible de imaginar, ya que la historia tiene tantos giros inesperados que hace que abandonemos la idea de deducir el fin y dejamos que nos sorprenda, como efectivamente lo hace.
Se las recomiendo encarecidamente, quizás a ustedes no les suceda lo que a mí cuando la comencé y desde un principio los atrape. Si eso no sucede, no la dejen, esperen que el efecto “Alain Karlsson” explote en ustedes.




sábado, 25 de abril de 2015

Flores en el alambrado (II) Eva.




Muchos días separaban ese momento del otro momento. Ambos momentos eran terribles. Este momento, el de su presente, era vivido con angustia, dolor, y sobre todo, mucha impotencia. El otro momento, el pasado hacía casi tres meses, era revivido con la misma angustia, el mismo dolor, y sobre todo, con la misma impotencia. A Eva le habían dicho que lo que se avecinaba sería tremendo, y ella lo imaginó con su mente de escritora, pero se había quedado corta. Ojalá hubiera sido como lo imaginó, y no lo que veían sus ojos.
Auschwitz era un nombre que muchas veces oyó, pero nunca se había molestado en averiguar bien de qué se trataba. Lo tendría que haber hecho, dejar por aunque sea un rato su delirio intelectual de judía más o menos rica y haberse ocupado de saber de antemano que la casa con la que soñaba en la bohemia París no existiría nunca, y que su próximo hogar era ese nombrado y temido Auschwitz.
Estaba presa sin haber cometido ningún delito, ni una mínima infracción a la ley, ni siquiera cuando los soldados la sacaron de su casa aquella mañana se atrevió aunque sea a escupirlos. En ese momento, aún confiaba en la educación, la fineza, y el respeto, a pesar de esos soldados. Para su suerte, dejó de creer en esas cosas cuando se percató de que no le servirían para sobrevivir en un sitio como en el que estaba.
Miró hacia la pequeña fogata encendida a unos pocos metros, alrededor de la cual se acurrucaban unas cinco o seis mujeres. Estiró con las manos las mangas del fino suéter que llevaba, como si con ese gesto pudiera abrigarse más. Luego rebuscó bajo su falda, cuidando de no caerse de la lata en la que se había sentado. Al fin encontró lo que guardaba con tanto celo atado a la cintura con una tira de cuero: un cuaderno y una pluma. Lo abrió sobre su regazo, temblando de frío le quitó el capuchón a la pluma. Realizó un trazo pero la soltó casi con asco. A veces se odiaba, y esa era una de esas veces. Se odiaba por no dejar su intelectualidad ni siquiera en ese infierno helado. En ese mismo instante estaban matando gente, quizás a su hermano, a la esposa de su hermano, o a su padre. Y ella allí, escribiendo como lo hacía siempre. Escribiendo en la misma lengua y quizás utilizando la misma marca de pluma que el que escribía los discursos para Hitler. O peor, quizás Hitler en ese mismo momento, también estaba escribiendo. Como ella.
Sintió un calor conocido a su lado, levantó la vista y sonrió. Lana estaba en cuclillas, acurrucada junto a ella y tratando de abrigarse con su cárdigan poblado de agujeros.
–¿Escribías? –preguntó con su voz tan dulce, seguramente lo único dulce que quedaba en ese lugar.
–No…Creo que no escribiré más.
–¿Por qué? Me gustan tus historias, las cuentas de un modo muy bello. Vamos, escribe una para mí y léemela esta noche.
Para convencerla, Lana le pasó un brazo por la espalda a modo de abrazo, y Eva ahogó un quejido al sentir dolor. Aún no había cicatrizado el tatuaje con el número, y suponía que probablemente estuviera infectado.
Cerró el cuaderno de un golpe, negando con la cabeza.
–Lo siento Lana, ya no tengo más ideas. –se puso de pie para acercarse a la fogata, dispuesta a arrojar allí a su cuaderno.
–¡No! –exclamó–¿Qué haces?
–Te dije que ya no escribiré, ¿para qué lo quiero? Al menos que dé un poco de calor, que tenga utilidad.
Las mujeres que las miraban sonrieron agradecidas: muy poco se encontraba o les daban para hacer un fuego más o menos digno, y unas hojas de papel no venían nada mal.
Pero la insistencia de Lana, su principal característica, sólo logró que Eva perdiera la paciencia. Si quemaba el cuaderno, Lana se pondría peor y no pararía hasta encontrar otro así tuviera que remover todo el campo para conseguirlo. Y si lo conservaba, tampoco pararía de pedirle que escriba.
Salió caminando disparada hacia cualquier parte, para sacársela de encima. Le dolía hacerle eso, pero  necesitaba un poco de aire. Era curioso que necesitara eso cuando estaban todo el día a la intemperie, pero quería aire para su cabeza, olvidar por unos instantes la tierra que sus pies pisaban  y todo lo relacionado a ese horrible lugar, hasta a Lana. Pero ella igualmente la siguió, como un perrito, y la alcanzó.
–¡Eva! ¡Eva, ¿qué te pasa?
No le contestó, sino que apuró más el paso. Le daba pena, Lana estaba muy delgada y correr la estaba agotando, oía su respiración agitada. Trató de no escuchar eso y cerró los ojos para no ver ni la nieve, ni los desperdicios, ni los alambres electrificados, ni las mujeres acurrucadas tratando de amamantar a sus hijos. Necesitaba aire, o quizás oscuridad para su vista y su alma.
–¡Eva!
Lana la trajo de vuelta a la cruda realidad, agarrándola de un brazo.
–Ay, ¿qué quieres? ¿Puedes dejarme en paz un minuto? –estalló.
–Pero...¿ por qué?
–¡Porque quiero estar sola! ¡No quiero pensar en este lugar maldito! ¡Déjame! Vamos, fuera.
Lana la miró, dolida, y Eva se arrepintió enseguida porque la chica estaba con los ojos empañados en lágrimas.
–Discúlpame, no quería tratarte así. –dijo casi en un susurro–Es que…No me siento muy bien, y quería estar sola. Lana, tu me pides que escriba, y yo, sinceramente, no puedo escribir. No tengo otra cosa en la mente que no sea esto, no puedo evadirme de esta realidad. Mira lo que es, nos dan basura para comer, están matando personas, a otros los vemos como poco a poco se van muriendo de hambre. Tú y yo no hicimos nada, sólo somos judías, o en mi caso, sólo lo parezco porque nunca me importó. No puedo escribir, negándome a ver lo que nos rodea.
–Pero venías haciéndolo…
–Lo sé, pero ya no. Lo siento.
Lana asintió, secándose las lágrimas con sus dedos sucios. Eva quiso acercarse y abrazarla, pero una guardia las separó con violencia y agarró a Lana de un mechón de cabello.
–¡Te toca! ¡A trabajar!
Le dio un empujón tan fuerte que Lana cayó de bruces al suelo. Eva se estremeció al verla, y más cuando vio que la chica se levantaba con dificultad, pero sin inmutarse. Parecía, pero no era tan frágil.
La guardia siguió empujándola hasta que Eva ya no pudo ver el cabello rojizo de Lana volando al viento.
–¿Y tú qué haces? ¡A comer! –le ordenó otra mujer, agarrándola del suéter, justo del lado donde tenía el tatuaje. Soltó un quejido, preguntándose cómo algunas mujeres podían maltratar así a otras mujeres si todas tenían los mismos problemas: maridos aprovechadores, hijos desagradecidos, trabajos mal pagos…No entendía qué la diferenciaba a ella de esa guardia para que la tratara así.
Se negó a comer el pan duro remojado en un caldo casi marrón, y se lo dio a otra mujer, delante mismo de la guardia, que le dijo unas inentendibles palabras en alemán que Eva interpretó como insultos, y la abofeteó. Aunque el estómago le rugía y la mejilla le latía con fuerza,  caminó a sentarse al barracón donde tenía su litera. Agarró el cuaderno, que había llevado todo ese rato bajo el brazo, sin darse cuenta. Casi rió al notar eso:  había caminado, había sido empujada, abofeteada e insultada, siempre con el cuaderno bajo el brazo. Cualquier escritor o poeta valoraría esa escena como un  atisbo de cultura en medio de la crueldad. Anotó esa idea para recordarla y usarla, si algún día salía de allí.
Abrió el cuaderno y, temblando igual que antes, destapó la pluma. Otro trazo, inútil. Sentía la rabia hacia sí misma floreciendo otra vez, y además, no sabía qué escribir. Cuando le había dicho a Lana que no tenía ideas, no mentía. Pensó en ella, ya que el cuento era para regalárselo. Lana, qué chica tan duce y sola, qué chica tan desamparada. Qué chica tan parecida a ella. Jamás en su vida la había visto hasta que se encontraron allí, y Lana se había pegado a ella como un perito abandonado. De ella solo sabía que tenía apenas dieciocho años y que su padre había sido asesinado por los nazis en el almacén que tenía la familia. De su madre no sabía nada, salvo que había muerto cuando era una pequeñita, y tampoco le preguntaba porque sabía muy bien lo que se sentía.
Lana la seguía a todas partes y la miraba con admiración, quizás impresionada por saber que Eva era “escritora”. Escritora de ningún libro, la corregía cuando la chica se lo mencionaba, y era en vano porque siempre volvía a decírselo, como si no le importara que Eva ya había dejado su sueño porque su vida cómoda de veinticinco años estaba muerta, al igual que su poco talento. Eso lo demostraba la página en blanco con apenas una rayita de tinta. Otra ve cerró el cuaderno, enfurecida con ella, con ese lugar, con ese mundo que permitía todo eso que estaba ocurriendo. Pero cerró sus ojos y se obligó a imaginar algo bueno, algo que no fuera tan tétrico ni que tampoco  estuviera relacionado con su vida anterior. Algo nuevo. Algo que fuera digno de un cuento para Lana. Le costó bastante, era increíble cómo unos días en el peor lugar del mundo podían borrar de la mente cualquier imagen bella. Los nazis estaban logrando su objetivo.
Poco a poco fue elaborando algo hermoso, y poco a poco fue abriendo los ojos pero manteniendo esa imagen, y poco a poco fue escribiéndola. A lo lejos, vio las llamaradas de las chimeneas de los hornos y las cámaras. Tembló, pero en esas llamas intento ver fuegos de artificio, y en las caras de las demás mujeres, intentó ver felicidad, y en ese odio que la apresaba, intentó ver amor.
El cuento fue tomando forma hasta que apareció Lana, agotada, más débil que nunca, casi arrastrándose, con un labio sangrando. Pese a eso, cuando la vio escribir, tuvo fuerzas para sonreír. Se sentó en el suelo y apoyó su  cabeza en la litera de Eva, que dejó a un lado su cuaderno para limpiarle la sangre con el pañuelo que llevaba al cuello.
–Déjame, amiga. Tú sigue escribiendo.
Eva asintió, viendo cómo a Lana, en pocas horas, la habían convertido casi en un fantasma. Le llevaría unos días recuperarse y no lo lograría del todo. Continuó escribiendo, apurándose porque sabía que en cualquier momento a ella le tocaría convertirse en ese fantasma que ya era Lana, y le costaría aún más días recuperarse un poco. Mientras escribía, con la mano libre le acariciaba el cabello, tratando de calmar sus inaudibles quejidos de dolor, hasta que Lana se quedó  dormida. Eva, en ese rostro de dolor, intentó ver el sueño de una princesa llena de alegría y esperanza.
Terminó el cuento y escuchó gritos de las guardias dando órdenes. Algo estaba ocurriendo, pero no sabia qué era. Iba a estampar su firma cuando se quedó sin tinta en la pluma.
–Será una señal de que esto también está terminado. –se dijo en un suspiro, mirando su firma a medias.
Después, una guardia le arrancó su cuaderno y lo arrojó al suelo, la misma mujer levantó a Lana y otra la agarró por los hombros a ella, obligándola a ponerse en una de las dos filas que estaban formándose con todas las mujeres. A Lana la pusieron en la otra fila, quedando a la par de Eva.
–Me contarás mi cuento cuando nos lleven ahí, ¿verdad?
–Claro que sí, Lana. –sonrió entre lágrimas–.Ya te contaré tu cuento.


martes, 21 de abril de 2015

Los Beatles y la ciencia - Ernesto Blanco



Título: Los Beatles y la ciencia. De cómo la múisica, John, Paul, George y Ringo, nos ayudan a entender la ciencia.
Autor: Ernesto Blanco.
Páginas: 200
Año: 2015
Editorial: Siglo XXI Editores
Colección Ciencia que ladra.




Los Beatles produjeron una de las mayores revoluciones culturales del siglo XX y seguramente de toda la historia. Nadie puede quedar indiferente a su música, sus letras, sus opiniones y sus locuras, y han sido estudiados desde todo punto de vista: melódico, rítmico, ingenieril, sociológico y hasta psicoanalítico.
Pues bien, faltaba algo: ¡la ciencia! Y aquí viene el gran físico y divulgador Ernesto Blanco a reparar ese “agujero por donde entra la lluvia” contándonos cuánto de ciencia hay en la poesía, los instrumentos, las anécdotas y hasta en los cerebros de los cuatro de Liverpool.
El acorde inicial de “A Hard Day’s Night” analizado matemáticamente, el torrencial éxito de algunas sencillas composiciones observado bajo la lupa de la neurociencia, las letras de Paul y John discriminadas por indicadores lingüísticos, el aporte de “Lucy in the Sky with Diamonds” para la antropología explicado en términos simples e ingeniosos, el detalle de las revolucionarias técnicas de grabación surgidas del capricho creativo de John, Paul, George y Ringo, más viajes interplanetarios, física cuántica, bioacústica aplicada a los animales y hasta la recreación ficticia de una conversación entre Paul y Bertrand Russell están presentes en esta gira mágica, misteriosa… ¡y científica!
All you need is love. Y un poco de ciencia.



Hoy les traigo un libro algo atípico para este blog, ya que no es una novela ni un libro de relatos. Otra vez vengo a molestarlos con mi enfermedad beatlera, pero es que me enteré de la existencia de este libro y dije “debo tenerlo”. Y eso que no soy aficionada a la ciencia ni mucho menos, lo mío son las letras, no por nada hice este blog. Pero es que me ponés algo de los Beatles y a mi me gusta todo, incluso las cosas más científicas.
Pero voy a hablar de este libro, no de mí. Aún no lo terminé, lo cual, dado su género, no es muy importante (vamos, no debo dar una opinión ni sobre su trama ni sobre su final, porque no lo tiene). El libro está dividido en varios capítulos que recorren la carrera beatle, siempre relacionando todo a  la ciencia. Porque los Beatles hacían música, y la música, en cierta parte, es ciencia. Tiene mucho de matemática, de física, de neurología, etc. Y esta obra va explicándonos cosas muy científicas y difíciles, que a quienes no poseemos mucho conocimiento lograría aburrirnos y hacernos perder a la quinta palabra, pero está tan bien explicado que se hace ameno y divertido. Por dar un ejemplo, nos habla del misterioso primer acorde de A Hard Day’s Night, acorde imposible de hacer. Bien, primero da una serie de hipótesis sobre cómo se podría haber hecho, explicando también, de paso, varias nociones de física acerca de las vibraciones de las cuerdas en el aire, que producen sonidos. Lo mismo hace con las letras, ¿nuestro cerebro responde de la misma manera a determinados temas que trate una letra? ¿Qué hace que guste o no una canción muy compleja?
Y por supuesto, nos habla de la estrella de la ciencia beatle: Lucy in the sky with diamonds y Lucy, nuestro antepasado Australopitecus Afarensis o, dicho más fácil, la monita más parecida a los humanos que encontraron mientras escuchaban esta canción, de ahí que se llame Lucy.
En fin, el libro es divertido, amé su interior decorado con ilustraciones que lo hacen aún más entretenido, además tiene anécdotas que la verdad ni conocía, se aprenden muchas cosas y se puede usar, porqué no, como una herramienta para consultar cuando nos preguntemos algo sobre las ciencias más duras. Por lo menos entenderemos más que con una enciclopedia, y nos despertará las ganas de poner un disco de los Beatles.
No es un libro para chicos, es un libro para todos.



lunes, 13 de abril de 2015

Historias de escritores: Eduardo Galeano



Hola a todos. Hoy he decidido retomar esta sección del blog para rendirle un pequeño homenaje a un escritor que quise y quiero mucho, y que hoy, 13 de abril, falleció. Se siente un poco raro escribir sobre él hablando en pasado, porque ya no está, pero él merece y yo, egoístamente, necesito mencionarlo aquí. No sé si podré darle un toque muy biográfico a esta entrada, más bien expresaré todo lo que siento y me hizo sentir con sus palabras tan bien elegidas y escritas.
Galeano fue un gran escritor que supo darle a cosas cotidianas, simples, y a menudo trágicas, un toque de magia y de identificación con nuestras raíces más profundas que nos atan a esta tierra en la que nacimos y a la que amamos y a la vez aborrecemos. Supo arrancarle a cada historia latinoamericana su “bastardez” y su marginalidad para presentarlas con orgullo y para que supiéramos sentirnos orgullosos.
Mi primer contacto con él fue, como muchos contemporáneos míos argentinos, en la escuela secundaria. Un buen profesor de literatura  con buen gusto nos acercó fragmentos de “Memoria del fuego”. Si bien era, como todo en la escuela, una lectura obligada, sus explicaciones ayudaron  a entender (por lo menos a mí) lo que Galeano pretendía transmitir: no sólo leyendas de la tribu tal o cual, sino el sentimiento de aquellos primeros originarios, su cosmología, y nuestros parecidos con ellos a pesar de estar tan lejos en el tiempo.
Lo que supe de Galeano, tiempo después de finalizar el colegio, fue  a través de sus citas o pequeños fragmentos de relatos, hasta que cayó a mis manos “Los hijos de los días”. Me pareció maravilloso un libro que tuviera una pequeña historia para cada día y que no parecía un libro de autoayuda como los que tenía mi tía (que está llena de libros “de pensamientos positivos” para cada día) Esto era distinto, una historia real y bella para cortar un día malo y de rutina. Después apareció “El libro de los abrazos” libro entrañable desde su título hasta su última página. Galeano lo escribió entre tres costas: la de Montevideo, la de Buenos Aires, y la de Cataluña. Su exilio huyendo de la dictadura uruguaya, lejos de traerle pesares, lo conectó al seno de la cultura española más vapuleada, encontrando allí también, en el país conquistador, “venas abiertas” como en la propia América.

Después, debo confesarlo, no leí más nada. Me quedé con esos, con los que más me gustaron y me llegaron, aunque nunca perdí las ganas de leer todo su material. Estoy segura que pronto lo leeré, más ahora, que una sabe que él ya no está y por lo tanto, aunque no lo haya conocido personalmente, lo extrañará.

Comparto algunas frases de sus libros:

Quien no se hace el vivo va muerto. Estás obligado a ser jodedor o jodido, mentidor o mentido. Tiempo del qué me importa, el qué le vas a hacer, el no te metás, el sálvese quien pueda. Tiempo de los tramposos: la producción no rinde, la creación no sirve, el trabajo no vale. En el Río de la Plata, llamamos 'bobo' al corazón. Y no porque se enamora: lo llamamos 'bobo' por lo mucho que trabaja.
                                                          -El libro de los abrazos.


El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha.
                                                       -Días y noches de amor y de guerra

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.
                                   -Las venas abiertas de América Latina


También les comparto un relato de “Los hijos de los días”.



Febrero 11
 No.

 Mientras nacía el año 1962, una desconocida banda musical, dos guitarras, un bajo, una batería, grabó en Londres su primer disco. Los muchachos regresaron a Liverpool y se sentaron a esperar. Contaban las horas, contaban los días. Cuando ya no les quedaban uñas por comer, un día como hoy recibieron la respuesta. La Decca Recording Company les decía, francamente:
No nos gusta su sonido.
Y sentenciaba: Las bandas de guitarras están desapareciendo.

Los Beatles no se suicidaron. 


miércoles, 8 de abril de 2015

El Diario Rojo de Carlota - Gemma Lienas



Autora: Gemma Lienas
Páginas: 336
Editorial: Planeta
Idioma: Castellano
Año: 2004
Integra la colección de los Diarios de Carlota (Diario azul, Diario violeta, Diario amarillo, etc., que trata diferentes temas).






No es estrictamente un diario, ni tampoco una novela. ¿Qué ocurriría si la explosiva Carlota -protagonista de tantos libros memorables-, y Flanagan -el famoso detective-, se conocieran, intimaran, establecieran relaciones sentimentales, practicaran sexo y.... nos lo contaran paso a paso? El lector puede asistir junto a Carlota a las primeras experiencias sexuales, disfrutando sobre los aspectos fundamentales de la sexualidad. Nunca un libro ha unido diversión, utilidad, literatura y didáctica de manera tan natural, fresca y directa como éste, sobre uno de los grandes temas de siempre.





 Otro caso en el que la sinopsis “oficial” del libro no le hace justicia y lo presenta casi como si fuera un libro escolar. Bien, puede tomarse así, (creo que en algunas escuelas de España lo leen) pero a mí me pareció que daba para más. Es, sin duda, un libro que toda mujer debe leer. Y si sos hombre, leete su versión masculina, “El diario rojo de Flanagan”. Aunque tampoco estaría mal que las mujeres leamos a Flanagan y los hombres a Carlota, sería una buena forma de empezar a comprendernos.
El libro no es una versión naif de 50 sombras, es educativo pero no como los de Alessandra Rampolla (bueno, ni sé si escribió libros, supongo que sí) que solamente te dice “toque aquí para llegar a un orgasmo” y ni te pone  a una chica azotada y atada por su pareja. Te explica, comenta, te hace pensar, todo en el marco de una novela.
Pero claro, al ser dos cosas (libro educativo y novela) las dos no podían salir bien, o sí, si por ahí la autora le hubiera puesto más empeño, por lo menos para darle un buen final. La parte “novelesca” no me dejó con buen sabor. Por momentos no soportaba a Carlota, lo que le hizo a Flanagan, pero a la vez la entendía porque Carlota es una chica de 17 años con todas las dudas y complicaciones de una adolescente que no entiende muy bien qué hacer ni con su vida ni con su cuerpo que está cambiando y mucho. Otra cosa que no me cerró es que, supuestamente era muy ignorante en esos temas y después en poco tiempo ya sabia todo, opinaba, ayudaba a las amigas…Como que no me cerraba su conflicto adolescente y su demasiada madurez repentina.  Pero dentro de todo, la historia está pasable.
Confesaré que comencé  a leerlo con mucho prejuicio, pensando “a ver qué me contás de nuevo” porque claro, ya estoy grande, por no decir vieja, y como que una cree que ya se las sabe todas y que nada te puede aportar un librito para jovencitas. ERROR. Y por eso digo que toda mujer, y de toda edad debería leerlo. Mitos, miedos, y cosas que ignoraba por completo las encontré en este libro, por eso lo recomiendo si quieren saber más, aunque no tanto si lo que buscan es una historia de amor como en las buenas novelas.

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